En el verano los rayos solares inciden de forma perpendicular sobre la superficie terrestre y por tanto se produce una alta tasa de exposición solar en comparación con otras estaciones del año.
Considerando además que los niños pasan parte importante de su tiempo al aire libre, los ojos se ven enfrentados a una mayor frecuencia y potencia de los rayos UV, los que inciden negativamente en la salud ocular. "Todos los menores a contar de los seis meses deben usar lentes de sol", señala el doctor Juan Pablo López, oftalmólogo de Clínica Alemana.
La explicación radica en que el cristalino, encargado de actuar como escudo protector, se termina de formar a los ocho años. Previamente no existe una protección completa. "Hasta los 12 meses de vida, el ojo está expuesto al 90% de los rayos UVA y el 50% UVB del ambiente", indica el especialista.
Con respecto al efecto acumulativo señala que "antes de los 18 años nos exponemos al 50% de la radiación ultravioleta que recibiremos en el total de la vida". En relación a los efectos del cloro de las piscinas y la sal del mar, el Dr. López señala que no es imperativo ocupar lentes de agua pero sí recomienda lavarse los ojos después del baño para evitar irritaciones o infecciones por bacterias.
Daños a corto plazo:
La queratitis (quemaduras solares), que en los más pequeños se manifiestan con síntomas de dolor, fotofobia y enrojecimiento de los ojos.
Alteraciones agudas de la córnea, lesiones degenerativas y quemaduras en la retina, que dañan la visión de forma severa y permanente.
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